“LA
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 300 AÑOS DE INCESANTE TRABAJO”.
La
Real Academia Española nace como una tertulia en la intimidad de la casa de don
Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, duque de Escalona y marqués de Villena,
un hombre que representa el ideal tardío del “cortesano”: domina las lenguas
antiguas y su literatura; está familiarizado con los escritores renacentistas y
sus contemporáneos, y, simultáneamente, domina las armas y los entresijos del
gobierno. La vida cultural española del momento está cambiando radicalmente con
la llegada de la Casa de Austria y las costumbres se afrancesan.
El trabajo
inicial de la Institución pretende emular a las academias de Italia, Francia y
Portugal con la elaboración de un diccionario. Teníamos algunos precedentes
como el Vocabulario Español-Latino (1495)
de Antonio de Nebrija; cuya macroestructura circularía por toda Europa y
durante mucho tiempo como fuente para diccionarios bilingües, trilingües y
poliglotas. Destaca por su temprana
composición el diccionario monolingüe de don Sebastián de Covarrubias, el Tesoro de la lengua castellana o española
(1611). Pero estos precedentes no estaban ya a la altura de lo que se había
gestado en otros países.
Surge así la
primera publicación de la RAE, el tan ansiado diccionario, llamado de autoridades; porque recogía las voces “autorizadas”,
avaladas y certificadas por los autores de la literatura áurea. Fueron
suficientes trece años (1726-1739) para culminar tan ingente tarea en 6
volúmenes y demostrar, así, la seriedad, el tesón, el esfuerzo de los primeros
académicos, preludio de lo que luego ha sido la larga trayectoria de sus
trabajos: ortografías, gramáticas, diccionarios manuales, científicos…,
ediciones literarias, discursos, pero, por encima de todo, la larga tradición
normativa que la RAE ha imprimido en toda su labor.
Desde la
primera tímida tertulia a hoy, desde los primeros ficheros manuales a los
bancos de datos que recogen millones palabras (CREA, CORDE, CORPES); se han
sucedido las publicaciones, los discursos, los nombramientos de académicos, las
sesiones, los cambios de edificios… Tanto… que solo podemos arañar aquí la
superficie de tres siglos de entusiasmo.
Esta
exposición es un merecido homenaje a todos los académicos que han creído en
nuestra lengua, la han ensalzado, defendido, conservado, difundido,
investigado, adornado, a todos aquellos que han colaborado en los 300 años de
incesante trabajo de la R.A.E. y su amor a la palabra, su amor al español.Francisca Leiva
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