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miércoles, 4 de mayo de 2016

OBRA MAESTRA DESCONOCIDA


RECUERDO DE LO QUE HICIMOS

Decir que Juan Martínez Escudero era una persona peculiar creo que es quedarse corto.

De ese carácter tan propio y reservado que tenía es prueba la obra que hoy podemos ver colgada en el GaBe Espacio Creativo del I.E.S. Delicias que solo era conocida por sus familiares, por sus amigos más íntimos y por los visitantes de las dos exposiciones públicas que realizó a lo largo de su vida con cuadros a los que no puso ni título.

Además del problema que supone para un profesor de bachillerato (decir de Educación Secundaria creo que está fuera de lugar aquí) no poder asistir a cómo los escolares van adquiriendo los rudimentos de la lectura, la escritura y el cálculo ni hasta dónde van a poder llegar cuando dejan nuestras aulas, Juan tuvo que compaginar la tarea que supone la actividad cotidiana en la clase con la dificultad para practicar lo que desde siempre había visto en casa, su padre don Fidel era catedrático ce Dibujo, y para la que se había formado en sus años universitarios: la práctica de la pintura.


El paisaje de su padre que puede verse en la muestra recoge muy bien el estadio en el que se encontraba la pintura española desde finales de la Guerra Civil hasta el triunfo del Expresionismo abstracto en los cincuenta. Un pintura bien estructurada con lejanos ecos cubistas y muy contenida de color; en resumen: una buena imagen de la España del orden ascético propio del nacionalcatolicismo.

Su hermana cuenta que una de las primeras obras de Juan -excelente lección del informalismo aprendido en sus años universitarios- colgó durante mucho tiempo en el salón de la casa familiar, lo que indica la amplitud de miras en el campo estético del progenitor. En Barcelona Dau al set y en Madrid El Paso, por citar los hitos más conocidos del panorama artístico español, introdujeron los elementos plásticos de un arte que por comodidad llamamos abstracto, pero que de igual modo podíamos calificar, tal como querían sus creadores en el segundo decenio del veinte, como concreto.

Sea como fuere, Juan muestra en sus primeras composiciones los ecos de una abstracción que a mediados de los sesenta ya daba muestras de cansancio formal. Era la lógica de los tiempos. Las grandes manchas pardas, los colores terrosos y tristes se organizan en formas lejanamente naturalistas que parecen crecer sin una orientación definida, sin un fin que justifique su existencia. ¡Cómo que la existencia no se justificase por sí misma! La desazón, el abatimiento poco tenía que ver con el espítu vitalista de Juan.


No es de extrañar, por tanto, que de forma progresiva el color tome posesión de sus lienzos. Un color que se compagina con estructuras geométricas transparentes que se hacen eco de la Abstracción pospictórica que surgen en U.S.A. en los sesenta. El cuadro queda articulado, sí, pero lo informal nunca acaba por desaparecer en una especie de lucha entre complementarios que es también el enfrentamiento entre la naturaleza y la norma que intenta encorsetar la vida subyacente en una partida que, como es lógico y más cuando hablamos de Juan, termina por perder.

Resulta extraño, desde un cierto punto de vista histórico y más atendiendo a su actividad como profesor, que Juan no cultivase la nueva figuración que, aarrancando de finales de los cincuenta y llegando a nuestro país diez años después, tiene en el Pop Art su expresión más conocida.

Juan permaneció siempre vinculado a la pintura no representativa.

El salto que da a mediados de los ochenta a una pintura vitalista fuertemente inspirada en el paisaje se puede poner en contacto con la evolución que a principios de esa década se produce en la pintura mundial de la que estaba al tanto por sus periódicas visitas a Arco.


La Posmodernidad supone el rechazo de las vanguardias, del rigor que exigía la innovación permanente, la necesidad de superar con nuevas formas las formas de la generación precedente. El gusto por el hecho pictórico, por el hedonismo del trabajo y por un resultado final que no renuncia al decorativismo encajaban perfectamente con su personalidad así que no es de extrañar que algunas de las obras más atractivas de la exposición sean esas en las que se combina la pintura gestual con un colorido vibrante, alegre, desinhibido.

No podemos olvidar la labor gráfica que Juan concebía como una actividad de permanente indagación. Alguno de sus dibujos y grabados de la exposición muestran esta faceta que le preocupó mucho a lo largo de su labor docente y que difundió entre sus discípulos antes de que se implantase el Bachillerato de Artes en nuestro centro. Otro tanto podríamos decir de la fotografía y del cine, que enseñó a través de asignaturas optativas como Imagen.

La actividad artística de Juan no puede darse por cerrada si no se atiende a su labor divulgadora en las exposiciones bibliográficas, de extraordinario éxito popular, de su amigo Javier. El diseño general fue, en esencia, suya.

Es curioso que, habiendo renegado de la figuración en su obra pictórica uno de los trabajos que, personalmente, me parecen más del momento en el que vivió sea el cartel, por llamarlo de alguna forma, de Recuerdos de un olvido, en el que concentra la historia de un tiempo que fue y que dejó indeleble huella hasta estos momentos de nuestra ya próxima vejez.


El cuadro inconcluso que presentamos en la muestra nos enseña parte de su proceso creativo aunque no lo hayamos elegido por esa especie de promesa permanente que conlleva lo inacabado sino porque a través de él obtenemos una lección de por qué los valores plásticos, es decir la forma, el gesto, la composición, el color... son la verdadera esencia de la obra de arte.

Obra maestra desconocida no es una excusa ni una forma de cumplir con algún tipo de deuda pendiente. Juan lo habría aborrecido. Obra maestra desconocida es un camino de conocimiento. A través del homenaje que su familia, sus amigos, sus compañeros del centro y sus alumnos rinden a Juan Martínez Escudero recordamos quién fue él y quiénes fuimos nosotros.

Arturo Caballero Bastardo